En la actualidad, podría decirse que en la sociedad española existe el debate sobre la prestación de los servicios sanitarios y la educación desde lo público o lo privado. Sin embargo, esta discusión no puede poner en duda la existencia de los tributos y, más concretamente, de los impuestos, pues se estaría poniendo en entredicho al sistema y ordenamiento jurídico español.

La Constitución, en el artículo 1.1, establece que España es un Estado social y democrático de derecho y ese es el foco que debe guiar el debate sobre la organización tributaria del Estado:

“España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”

 

Justicia e igualdad social como mandatos constitucionales

 

El sistema tributario español se basa en el principio de capacidad económica por el cual –para cumplir con los principios de justicia material– contribuye más el que más tiene. Es la búsqueda de la solidaridad, la igualdad y la generalidad tributaria, tal y como contempla el artículo 31.1 de la Constitución:

“Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”

 

Solidaridad y paz social

 

Un sistema tributario sufragado entre todos permite una paz social con la que se busca no dejar a un lado a los colectivos vulnerables o con menores recursos, que necesitan de la solidaridad de sus conciudadanos para poder salir adelante.

Se trata de que España es un Estado social que defiende los valores de justicia e igualdad. Y para ello necesita los impuestos. En 1978, el país no eligió constituirse en un Estado individualista en el que no hubiera atención al prójimo ni cobertura a las situaciones de exclusión social. Así lo decidieron los españoles y así se mantiene en un sentir mayoritario.

 

Tributación planificada

 

Decir que el Estado necesita dinero para su funcionamiento puede sonar a obviedad, pero no debe perderse de vista. Quienes sostienen que los servicios que se prestan a través del Estado pueden recibirse completamente desde el sector privado desconocen la realidad del sistema. No se trata de que deban ser todos públicos sino de alcanzar la complementariedad entre ambos modelos.

No obstante, el ciudadano/ciudadana de a pie puede que se plantee por qué tiene que ver su nómina descontada todos los meses. Esta percepción puede ser traicionera y, probablemente, no será la misma si entiende que el uso de su dinero tiene un sentido.

Ese es uno de los quid de la cuestión: el para qué del sistema tributario. Pero no un para qué solo de deducciones, bonificaciones tributarias o de subida de impuestos y persecución de la elusión fiscal, sino un para qué pensado, organizado y elaborado teniendo en cuenta no sólo el corto, sino también el medio y el largo plazo.

 

Planificación, coordinación y evaluación de los tributos

 

En cuanto a la planificación, expertos tributarios han puesto de manifiesto en muchas ocasiones las ineficiencias del sistema.

Por ejemplo, la autoridad independiente de responsabilidad fiscal (AIReF) propone tres medidas básicas en cuanto al diseño y aplicación de la política fiscal:

  1. La planificación integral, que permite valorar el conjunto de instrumentos tributarios y comparar la eficiencia de distintas alternativas para alcanzar el objetivo propuesto.

  2. La coordinación administrativa entre los diferentes niveles de la administración pública para alcanzar la máxima eficacia y eficiencia (evitando duplicidades o vacíos tributarios) en la aplicación de instrumentos estatales y autonómicos de política fiscal.

  3. Que la formulación y las reformas de las políticas fiscales pasen por una evaluación previa (para intentar determinar sus potenciales efectos) y de evaluaciones posteriores, que midan el grado de cumplimiento de los objetivos planteados y la eficiencia con la que se alcanzan.

Por su parte, el comité de personas expertas que ha elaborado el libro blanco sobre la reforma tributaria ha señalado como un objetivo central de dicha reforma la necesidad de mejorar la eficiencia de la recaudación tributaria. En particular, el comité ha incluido entre sus recomendaciones reducir las posibles distorsiones causadas por el diseño de los tributos sobre la renta y el consumo.

 

Educación tributaria

 

Unido a lo anterior, es necesario el fomento de la educación tributaria a través de la cual se busca transmitir a los ciudadanos/as valores y actitudes favorables a la responsabilidad fiscal y contrarios a las conductas defraudadoras. La educación tributaria tiene como objetivo que los ciudadanos/as puedan:

  • Identificar los bienes y servicios públicos, su valor económico y repercusión social.

  • Conocer cómo se financian esos bienes y servicios (especialmente a través de los tributos), así como los derechos y responsabilidades que se crean con su provisión pública.

  • Interiorizar las actitudes de respeto por lo que es público y, por tanto, financiado con el esfuerzo de todos y utilizado en beneficio común.

  • Asimilar la responsabilidad fiscal como uno de los valores sobre los que se organiza la convivencia social y comprender que a través de la fiscalidad (en su doble vertiente de ingresos y gastos públicos) se manifiestan los valores de justicia, equidad y solidaridad de las sociedades democráticas.

 

Contribuyentes y administraciones

 

Si se consigue explicar el sentido de los impuestos, no solo desde la teoría sino también desde la práctica, ciudadanas y ciudadanos podrán sentirse orgullosos de contribuir al desarrollo de su país

La mayor educación, información y transparencia tributaria debe acompañarse de una presión fiscal adecuada, de una relación correcta con las administraciones tributarias que tratan con el ciudadano/a y, sin duda, de un respeto absoluto a cada euro que se gasta.

Si las personas de a pie perciben que el uso de su dinero es opaco, poco eficiente o irrespetuoso, o no se sienten bien tratadas por las administraciones, preferirán tenerlo en su bolsillo antes que en manos del Estado. Sin embargo, si se consigue explicar el sentido de los impuestos, no solo desde la teoría sino también desde la práctica, ciudadanas y ciudadanos podrán sentirse orgullosos de contribuir al desarrollo de su país.The Conversation