Un grupo de bañistas señala a un punto determinado que de pronto se mueve. En el mar, quieto como una balsa, asoma intermitentemente una pequeña cabeza. “Es una tortuga”, grita una familia desde la sombrilla. “Es que vienen del lago”, explica la madre, refiriéndose a un parque artificial construido a pocos metros de la arena. Antes, este espacio de columpios con una fuente, peces y patos comunicaba con el Mediterráneo a través de unos canalones de hormigón.
Ahora, las tuberías, integradas en la escultura de un avión, están a la intemperie: desde el temporal Gloria, en enero de 2020, varias edificaciones de Tavernes de la Valldigna –situado en la región de La Safor, en la provincia de Valencia– sufren daños. Incluso algunos edificios, en riesgo de derrumbe. Por eso, a pesar de las nuevas inquilinas que chapotean para disfrute de los congregados en la orilla, los vecinos y el Ayuntamiento quieren que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico la declare zona catastrófica. Además, se está planteando un proyecto pionero para instalar escollos artificiales que disminuyan estos desastres.
Tavernes de la Valldigna, un pueblo de unos 17.000 habitantes, distribuye su término municipal entre un área del interior, rodeado de huertos de cítricos, y una franja costera de cinco kilómetros
Desastres que tienen distintos ingredientes y que vienen de lejos. Tavernes de la Valldigna, un pueblo de unos 17.000 habitantes, distribuye su término municipal entre un área del interior, rodeado de huertos de cítricos, y una franja costera de cinco kilómetros. Este trecho, dividido por un canal en dos playas, multiplica su población en verano: los edificios vacíos durante los meses invernales acogen a miles de turistas en julio y agosto, principalmente nacionales. Más tranquila que sus dos escoltas, Cullera y Gandía, en esta zona cunde el sosiego.
Y cunde esta paz, entre otros motivos, por su orografía: los primeros apartamentos construidos se ubican, literalmente, encima, de la arena. Y la capacidad de construcción hacia dentro está limitada por los campos de cultivo o la línea de tren que conecta los municipios del litoral con la capital. Así que no se da pie a grandes multitudes ni a nuevas torres de pisos. Tampoco favorece al desarrollo del entorno: la ausencia de duna impide la protección natural y lo deja al albur de corrientes o temporales la erosión.
Jaque a viviendas y hostelería
Esa misma erosión que después de varias décadas está a punto de tragarse la playa de Tavernes: si en otras ocasiones el resultado era la merma de metros en la orilla, en esta es salvaje. Aparte del avión citado, varias casas han perdido el jardín, algunas entradas se sustentan sobre diques improvisados y unas cuantas escaleras de acceso flotan en el aire con cintas de la policía acordonando el paso. La estampa es desoladora y ha puesto en jaque a distintos sectores: los hosteleros que montaban chiringuitos con bebida y comida, los propietarios de aquellos bloques que amenazan con derrumbarse, los turistas estivales y los dueños de negocios, que tienen en estos meses su única oportunidad.
La situación es tan dramática que varias plataformas ciudadanas han llevado a cabo protestas y exigen soluciones. En el consistorio buscan a contrarreloj un apaño que, al menos, salve la temporada. De momento, la solución ha sido la que han repetido otros años: poner arena. Según indican, se tirarán 80.000 metros cúbicos de las playas de L’Auir, en Gandía, y la de Xeraco, localidad contigua. Ambas al sur de esta localidad y donde, apuntan, “se deposita la arena que pierde Tavernes”. Ya se ve cómo trabajan los tractores, amontonando tierra a lo largo de la costa. Se pretende que todo esté listo en unas semanas, aunque el objetivo final es que haya un plan integral, que abarque más actuaciones y no repita este perjuicio cíclico cada año.
El regidor, Sergi González, señala que la “catástrofe” de Tavernes de la Valldigna es autonómica y estatal. “Uno de los inconvenientes es que no se tuvieron en cuenta las dunas cuando se empezó a construir; ese fue uno de los errores”
“Todo viene de mucho tiempo atrás”, anota el regidor, Sergi González. “Se empezó a provocar la regresión por la construcción de un espigón en la desembocadura del río Júcar, en Cullera. Desde entonces vemos que la playa pierde arena porque no llega del norte. Ocurre lo mismo en otras playas con una situación parecida. Y lo que pasa es que este año hay daños patrimoniales”, detalla el alcalde. Según cuenta el responsable municipal, en el cargo desde 2019 con el partido Compromís, han tomado decisiones “de emergencia” como importar la arena y estudiar un proyecto piloto con la Universitat Politècnica de Vàlencia (UPV). Consistiría en colocar escollos artificiales en el agua para minimizar el efecto de las corrientes.
González señala que esto aún está en espera de autorizaciones, pero refleja que la “catástrofe” de Tavernes de la Valldigna es autonómico y estatal. “Uno de los inconvenientes es que no se tuvieron en cuenta las dunas cuando se empezó a construir; ese fue uno de los errores”, arguye en conversación telefónica con EcoAvant.com, “ahora hay un problema porque los propietarios tienen todas las autorizaciones y dicen que es legal y que la administración les tiene que proteger”. La alternativa, sopesa, sería marcar la linde del mar más allá de la actual atendiendo a la normativa posterior y empezar de cero. Para eso hace falta un complejo plan, aún sin definir.
Impunidad inmobiliaria
Plan que supondría acabar con el pasado, ese de impunidad inmobiliaria, y aplicar la Ley de Costas. Según la legislación, firmada en 1988 y modificada en 2013, se establece la necesidad de realizar un deslinde del dominio público marítimo-terrestre. Esto significa estipular una línea que determine el límite entre el terreno que pertenece al mar y las playas (de carácter público) y el terreno interior, susceptible de pertenecer y ser gestionado por particulares.
Cláusulas que no se cumplieron en muchos sitios del levante español y que en Tavernes de la Valldigna suenan a papel mojado: los primeros moradores de la playa fueron pequeños hortelanos que levantaron una vivienda sin ninguna normativa; después, las constructoras se relamían ante el bum y ofrecían chalets o urbanizaciones con piscina a pie de playa. Tan a pie de playa que ahora se han mezclado las aguas y el fondo de ambos luce grietas con algas.
Estas actuaciones son muy perjudiciales para el medio marino y no constituyen una medida para evitar la degradación costera
ECOLOGISTAS EN ACCIÓN
Blandiendo la ley y el cuidado del medio ambiente, diferentes grupos ecologistas han alertado de las nefastas consecuencias de esta situación. Aparte de lamentar la degradación de la zona, desglosan el impacto en el entorno. En la sección autonómica de Ecologistas en Acción, por ejemplo, condenan que la administración esté “empeñada” en convertir todas las playas de la Comunidad Valenciana en playas de arena aunque sean de cantos y piedra, “con un único fin”: “satisfacer las supuestas demandas del turismo”. “Estas actuaciones son muy perjudiciales para el medio marino y no constituyen una medida para evitar la degradación costera, tal como se presentan por parte de los dirigentes de la Generalitat Valenciana”, aducen desde la organización ecologista.
Según las alegaciones que han presentado a varias iniciativas de este tipo, el impacto tiene relación no solo con la manipulación del paisaje exterior, sino con “la erosión del fondo donde se extrae la arena, el aumento de la turbidez del agua, el enterramiento de las comunidades marinas y el cambio en la sedimentología y configuración natural de la costa”. La Comunidad Valenciana, sostienen, es “una de las comunidades más perjudicadas son las praderas de posidonia oceánica, ya que al aumentar la turbidez y producirse una hipersedimentación por la deposición artificial de arena se afecta a la capacidad de fotosíntesis y se entierra la pradera”.
El coste de la actividad
Otra cuestión denunciada por estos grupos es el coste de la actividad. Según datos ofrecidos a Newtral por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, de 2016 a 2021 se destinaron 60,6 millones de euros en reponer este recurso a lo largo de los 8.000 kilómetros de costa española (1). Las comunidades autónomas donde más se había invertido era, por orden, Andalucía, Comunidad Valenciana y Galicia. Las agrupaciones ecologistas señalan que este gasto no tiene por qué servir de ayuda al medio ambiente, sino que en muchas ocasiones prima la facilitación de actividades económicas como el turismo.
Hay muchas causas en la erosión de las costas y muchas que lo agravan, incluidos los temporales, que la están poniendo estos meses sobre la mesa. Es un problema de todo el litoral mediterráneo
VICENT ESTEBAN CHAPARIÍA, catedrático de Puertos y Costas de la UPV
“Hay muchas causas en la erosión de las costas y muchas que lo agravan, incluidos los temporales, que la están poniendo estos meses sobre la mesa. Es un problema de todo el litoral mediterráneo”, anota el catedrático de Puertos y Costas de la Universidad Politècnica de València (UPV), Vicent Esteban Chapapría. “El primer factor, y fundamental, en Tavernes de la Valldigna son unas obras que se hicieron al norte e interrumpen el movimiento de sedimentos. Son los espigones de Cullera, que, como en cualquier obra de este tipo, producen una acumulación de arena a un lado”, agrega.
En Tavernes, sostiene Vicent Esteban, influyen otras causas “como la retención de sedimentos en los embalses y pantanos”. “Antes los sedimentos fluían por los ríos. Ahora no”. “De manera patente, en Tavernes de la Valldigna la invasión de las zonas dunares son obras o fenómenos de urbanización que inmovilizan los elementos e impiden que se trasladen de manera natural”, comenta el catedrático de la UPV . “Sobre todas estas cuestiones de carácter general, hay un problema: las obras de regeneración o restauración de las playas son siempre parches. Son actuaciones a raíz de la existencia de temporales y lo que falta son inversiones en la costa. El Ministerio no está haciéndolas cuando son muy necesarias, porque esto es de carácter mundial y en España también llega, sobre todo en la zona mediterránea”, opina el catedrático Esteban Caparía.
Falta de inversiones locales y nacionales
“Lo que tenemos en Tavernes de la Valldigna es una falta de inversiones locales y nacionales. Y una falta de planes para adaptación al cambio climático, con temporales cada vez más frecuentes. Hemos visto cómo, a partir de la pandemia, se toman decisiones teniendo la información de lo aprendido. En las costas, en cambio, no pasa”, critica Vicent Esteban, “y la contradicción es que hay sistemas muy económicos para hacer el seguimiento de la costa, como por satélite o drones, y no se hace”.
No hay ningún plan de innovación, arguye Vicent Esteban, “como en otros lados”. “Tenemos una costa urbanizada con problemas reales. Y hay que tomar medidas de acuerdo a un plan estudiado, basado en fuentes científicas y con la tecnología necesaria, sin acciones locales que lo que provocan son obstáculos en los vecinos, como pasó con lo de Cullera”, insiste. “Hay que poner soluciones naturales, de regeneración de dunas, sin intervenir con obras duras y siempre planteando un seguimiento para saber cómo se comportan”, sentencia, resaltando las alteraciones debidas al cambio climático, que ha acelerado los fenómenos meteorológicos extremos.
La playa de La Goleta prácticamente ha desaparecido, y cuando se construyeron los edificios estaban a 270 metros del mar. Ahora cuando un temporal se lleva la arena, no vuelve en la misma proporción y el mar llega enseguida a las edificaciones
JOAQUÍN VERCHER, presidente de SOS Platja de Tavernes de la Valldigna
El presidente de la plataforma SOS Platja de Tavernes de la Valldigna, Joaquín Vercher, se quejaba públicamente y con vehemencia en una de las manifestaciones recientes. “La playa de La Goleta prácticamente ha desaparecido, y cuando se construyeron los edificios estaban a 270 metros del mar. Ahora cuando un temporal se lleva la arena, no vuelve en la misma proporción y el mar llega enseguida a las edificaciones”, ilustraba para justificar su inquietud.
“Estamos muy preocupados. Cualquier temporal pequeño ya llega donde antes no llegaba el mar. Si no tiran arena con urgencia, van a pasar cosas graves, como roturas de edificios”, reiteraba Vercher, alegando que el daño también se propagaba a otros sectores: “Ya hay desinversiones, y no hay ninguna construcción planificada”. Un peligro para la zona, que pide ser catalogada catastrófica y reinventarse, aunque esto implique que las tortugas se queden en el lago, su hábitat.
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