En este municipio catalán, situado a 25 kilómetros de Barcelona, un rebaño de 300 ovejas pasta diariamente en 10 fincas. Los animales se comen la hierba, desbrozan la vegetación y hacen que disminuya el riesgo de propagación de las llamas en caso de incendio. El 80% del término está cubierto por el bosque, con abundancia de zonas de matorral, pinos y encinas.
La idea ha partido del ayuntamiento de la localidad, que ha impulsado la creación de una asociación de propietarios forestales. El objetivo es blindar las arboledas ante un posible ataque del fuego y la primera medida adoptada, reintroducir el pastoreo controlado con ovejas.
“Diez propietarios ya han firmado la autorización y estamos convencidos de que doblaremos esa cifra”, explica David Ricard, teniente de alcalde de Vallromanes. “Tenemos que buscar todas las técnicas posibles para reducir el volumen de combustible y prevenir incendios”, proclama.
En Vallromanes, 300 ovejas desbrozan desde hace meses las hierbas de 10 fincas
El pastor, que se desplaza cada día desde la vecina Vilassar de Dalt, alimenta las ovejas gratuitamente con hierba fresca y los propietarios limpian sus fincas sin tener que pagar. No hay ninguna contrapartida económica de por medio.
La última vez que el pueblo sufrió un incendio fue en 2003. El teniente de alcalde atribuye este hecho a la elevada humedad en el área, pero pese a ello tiene claro que “no hace falta que nos la juguemos. Tenemos los bosques sucios y el fuego puede avanzar fácilmente”.
El caso de Vallromanes es un ejemplo más del creciente interés que despierta esta práctica ancestral, sostenible y cien por cien ecológica, que vive una cierta recuperación tras décadas de imparable retroceso.
El actual contexto de crisis económica, los virulentos y devastadores fuegos del verano pasado y la limitación de recursos para las campañas de extinción han hecho volver la mirada hacia la ganadería como un activo eficaz y barato para la conservación de las masas forestales.
Razas autóctonas
El uso para la alimentación de los animales permite hacer una gestión natural del paisaje y eliminar el exceso de sotobosque. No solo previene el riesgo de incendios, sino que apoya la recuperación de una actividad sostenible que dinamiza el medio rural y fomenta el mantenimiento de razas autóctonas y la revitalización de la ganadería extensiva (escuelas de pastores, nuevas tecnologías de gestión de rebaños, estudios de mercado, etc.).
“El uso de herbívoros para el control de la masa forestal en zonas con riesgo de incendio supone un ahorro económico de entre un 75 y un 80% respecto a las limpiezas del bosque por sistemas mecánicos”, asegura Miquel Rafa, director del área de Medio Ambiente y Territorio de la Fundació Catalunya - La Pedrera.
Esta entidad sin ánimo de lucro dirige la iniciativa Guardabosc, uno de los doce proyectos que ponen a prueba en Cataluña la efectividad de los rebaños de vacas y cabras en la protección frente a los incendios forestales.
En Andalucía, 228 ganaderos mantendrán en buen estado 3.252 km de cortafuegos
Desde 2010, el proyecto de la fundación trata de demostrar a la administración, los propietarios de tierras y a la sociedad en general que es posible llevar a cabo tareas de prevención a un bajo coste y con un también bajo impacto ambiental. Sin embargo, según Miquel Rafa “aún hay que encontrar fórmulas y acuerdos para garantizar que esta actividad sea rentable económicamente para los ganaderos”.
Cataluña no es la única comunidad autónoma que ha incluido el pastoreo controlado en sus planes de lucha contra el fuego. La Junta de Andalucía impulsa un programa, dentro del Plan Infoca, que regula el empleo de animales para eliminar la vegetación arbustiva de las zonas de cortafuegos y mantener en buen estado las infraestructuras de cara a la campaña estival.
La Junta suscribe anualmente convenios con los pastores en los que se delimitan las áreas de trabajo y, una vez realizado el pastoreo, se evalúan los resultados y se establece la remuneración correspondiente. Este año, la iniciativa está dotada con un presupuesto de 800.000 euros, cuenta con la participación de 228 cuidadores y permitirá el mantenimiento de 3.252 kilómetros de cortafuegos.
Parques naturales
Sólo en la provincia de Málaga, donde se implantó el dispositivo de forma pionera en 2005, intervendrán medio centenar de pastores y se movilizarán 31.000 cabezas de ganado. En concreto, serán 23.508 ovejas, 7.237 cabras y 263 vacas las que pastarán a lo largo de 894 kilómetros lineales de franjas defensivas.
“Los fuegos más importantes se producen en aquellos lugares en los que equivocadamente hemos hecho que desaparezca la ganadería”, asegura Francisco Casero, presidente de Ecovalia-Asociación Valor Ecológico.
Según datos de esta organización, en España existen 5.000 explotaciones intensivas de ganadería ecológica, que gestionan más de un millón de hectáreas en las que “nunca se ha registrado un incendio de importancia”, señala Casero. “Ello se debe”, añade, “a la labor de limpieza del monte que los animales realizan todos los días en las fincas, una tremenda labor social a cambio de nada”.
“Si se aplicara el coste de mantenimiento de una cabeza de ganado ecológico a su trabajo en el monte, por ejemplo, el de una oveja en ganadería extensiva, el resultado daría un salario de siete céntimos diarios”, afirma Casero.
El uso del ganado es un 80% más económico que los medios mecánicos
Pero además de mantener en buenas condiciones el medio natural y producir alimentos de calidad y con garantías para la salud, la ganadería extensiva ecológica también puede jugar un papel muy importante en la conservación y protección de espacios de alto valor ambiental.
Para comprobarlo, hay que acercarse hasta la cara norte de la Sierra de Guadarrama. Allí pastan, tranquilas y felices, más de trescientas vacas de la raza autóctona negra ibérica avileña. De ellas se ocupa Fernando Mantecas, sexta generación de una familia de ganaderos de la localidad segoviana de La Losa.
Las crías de este rebaño ecológico nacen, viven y mueren en los bosques y pastos mejor conservados del Sistema Central, un espacio que antes de convertirse, hace poco más de un mes, en el decimoquinto parque nacional, fue declarado Lugar de Interés Comunitario y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) de la Sierra de Guadarrama.
“El buitre negro, el águila calzada, el milano real y la chova piquirroja son algunas de las especies a cuyo mantenimiento han contribuido las comunidades de ganaderos ecológicos”, señala Carlos Bravo, en nombre de la ONG local Centaurea.
Para Fernando Mantecas “no hay nada que pueda generar más parque natural, limpiarlo y mantenerlo mejor, que un rebaño de vacas como éste. Es un modelo de ganado que siempre va a existir en los espacios naturales protegidos, porque garantiza la fertilidad de sus suelos y porque, si no estuvieran estas vacas, se quemaría”.