Estrenada antes en Francia con gran éxito de público y crítica. Laureada en los festivales internacionales de Cannes, San Sebastián o Tokio, As bestas aterriza en las pantallas españolas casi como un acontecimiento social.
El filme, de unas dos horas de duración, retoma un caso real ocurrido en Galicia en 2010 –mejor no dar más pistas y evitar los famosos spoilers– para ofrecer una suerte de western rural. A partir de este suceso, Rodrigo Sorogoyen y la guionista Isabel Peña han concebido una historia asfixiante que combina la relación de la gente de un pueblo con una pareja de recién llegados y dilemas como la instalación de energías renovables, la migración al campo o la búsqueda de una verdad incómoda.
Un cóctel supremo: cine, naturaleza, suspense y el toque maestro de este tándem de creadores que acaban de lograr 17 nominaciones a los premios Goya
Atención, que viene –al galope– un cóctel supremo: cine, naturaleza, suspense y el toque maestro de este tándem de creadores. Nos cuenta más detalles en EcoAvant.com el director de la película, Rodrigo Sorogoyen, antes de lograr 17 nominaciones a los premios Goya (incluida la de dirección).
Rodrigo, bienvenido y gracias de antemano. ¿Qué os atrajo de la historia y por qué cambiasteis de escenario?
Pues fue sencillo: nos gustó la historia y requería otro escenario diferente a los que habíamos tenido antes. Además, a los dos, a Isa –la guionista Isabel Peña– y a mí, nos atraen los retos.
Y eso que, aunque no lo parezca, no hay tanta diferencia con el resto de películas. Pero bueno, lo que nos gusta es arriesgar. Salir de la zona de confort, que se dice mucho ahora. Nosotros nos enamoramos de un ambiente salvaje y fuimos de cabeza.
Y es que cuando leímos la noticia en el periódico sobre la que trata, ya vimos que podía ser muy potente. Cambiamos algunos detalles, pero seguimos fascinados por la fuerza y la resistencia de los personajes.
Una de las frases que repetía el protagonista real era la de "terrorismo rural". ¿Crees que existe este "terrorismo rural"?
Bueno, últimamente tengo que cuidar mucho las frases que digo porque a veces hay titulares que me asombran. Claro que puede haber terrorismo rural, pero como lo hay también urbano.
Lo que no sé es cuánto existe... Claro, que cuando se da se le pone más atención. Pero, vamos, es igual: lo que significa es infundir terror, y eso pasa en todos los lados. Lo que pasa es que puede ser más asfixiante en un pueblo.
Imagina que tengo un problema con unos vecinos: en la ciudad, teniendo un piso, no te los cruzas en meses; y en un pueblo te los cruzas a diario.
También entra aquí el concepto del extranjero, el otro.
Creo que la xenofobia, lamentablemente, es muy humana. Parte de un miedo personal. Y aunque los racistas sean malvados, gente mala, se puede entender. Lo que hay que hacer es educarles
Creo que la xenofobia, lamentablemente, es muy humana. Parte de un miedo personal. Y aunque los racistas sean malvados, gente mala, se puede entender. Lo que hay que hacer es educarles. Porque si no luchamos contra esos miedos, van a seguir existiendo. Y es verdad que ese concepto del "otro" es mayor en un pueblo.
Porque las ciudades están hechas de extranjeros. En lo rural quizás hay menos; y puede que los miedos perduren más. Ese miedo lleva al odio. Pero que quede claro que me parece lamentable.
Rodrigo, se pinta la vida en un pueblo como si fuera muy dura, echando abajo el mito del paraíso rural. ¿Tenemos una imagen idealizada?
Ha habido una vuelta a enamorarse del campo, de vivir al aire libre y ver sus beneficios. Es normal en un proceso de gentrificación o de prisa en las ciudades.
Durante mucho tiempo nadie veía las bondades de vivir al aire libre y una pandemia nos las ha puesto delante. Pero también es dura y hay cosas que cuestan. Nosotros solo queríamos mostrar un caso: no hacer una estadística de qué es mejor o peor. (Risas.)
Justo en estos últimos años varias películas o series como Alcarrás, El agua o Rapa han puesto la mirada en estos lugares. ¿Estamos redescubriéndolos? ¿Por qué sucede?
No sé cómo fue en el resto... Es verdad que han coincidido varios títulos con estos escenarios. Particularmente, nosotros no queríamos que fuera algo rural porque sí. Nuestra única pretensión era que la historia fuera cinematográfica. Y cuando escoges el entorno, lo que se intenta es retratarlo con la mayor objetividad y mimo posibles.
Siempre desde nuestro punto de vista, que es lo que va a ver el espectador. Quitándoles el lado cinematográfico, la realidad puede ser más o menos difícil.
Yo conozco mucha más gente que vive en el monte y está encantada. Obviamente, tiene sus durezas, con la climatología o las incomodidades. No quiero decir que el que se va al campo tenga una pelea con sus vecinos o pase por un infierno, pero que no es cien por cien idílico...
Aquí, en As bestas, como en Alcarrás, se muestra el choque de la modernidad con la tradición, sacando las contradicciones de la energía solar o eólica. ¿Cómo se vive esa especie de necesidad de imponer unos hábitos para el futuro con el respeto a lo antiguo? ¿Cómo se lleva ese contraste?
Pues lo que pasa es que hay muchos problemas asociados a las renovables. Nosotros investigamos mucho y dimos con cosas que no te habían contado. Por ejemplo, la energía eólica es positiva, pero el capitalismo tiene como norma enriquecerse; y eso le da posibilidad a algunas empresas que tienen dinero a invertir.
Por ejemplo, la energía eólica es positiva, pero el capitalismo tiene como norma enriquecerse. Pon un molino al lado de tu casa y verás. Las aves migratorias tienen que cambiar de ruta
Además, se crea una demanda y se vende como respetuoso, pero luego hablas con la gente del entorno y te das cuenta de lo que sufre: pon un molino al lado de tu casa y verás. Las aves migratorias tienen que cambiar de ruta.
Y a los caballos salvajes, que viven en libertad, se les expulsa de donde han nacido. En fin, que hay que mirar lo de las energías limpias, pero también llamar la atención de ciertas cosas y exigir que se haga de manera responsable. Porque es justo lo que no se hace. En las sociedades capitalistas prima la irresponsabilidad total.
Otro aspecto que aparece es la sensación de inmovilidad o de silencio cómplice entre vecinos, fuerzas de seguridad... Quizás ocurre por ser un sitio menos poblado, con las mismas personas e inercias difíciles de cambiar.
Evidentemente, no nos metemos ni hacemos mucho foco en el papel de quienes no hacen nada. No queríamos hacer una película sobre eso ni atacar a nadie. Lógicamente, tenemos que contar la historia de una determinada manera.
Y dentro de esas inercias se trata la violencia machista o la diferencia de roles por género...
Tampoco es algo que intentáramos tratar directamente. De hecho, se hace la película y luego hay mucha gente que se fija en cosas que ni habías notado. A mí me encanta.
En este caso, una de las lecturas es esa: ver cómo se distinguen los comportamientos masculinos y los femeninos. Había una voluntad de diferenciar cómo intentan responder a los problemas los unos y otros. Además, aunque parezca una historia de hombres violentos, qué va: la protagonista es una mujer. Ella es la que conquista el relato.
Y para terminar, Rodrigo, quería saber qué esperas de la recepción de la película en España después de haber triunfado en Francia o Japón.
La verdad es que no puedo hacer ninguna predicción, pero estoy muy nervioso. Y eso es bueno, porque tengo dudas. De momento es verdad que he tenido buenos comentarios, pero evidentemente no controlamos qué puede pasar o si va a gustar igual aquí.
Nosotros hemos hecho el trabajo y ahora hay un factor del azar que no permite dar un diagnóstico de su futuro.
Muchas gracias y los mejores deseos.