Una revolución silenciosa, tranquila, consensuada, pero revolución al fin y al cabo, es lo que está viviendo Uruguay en materia energética. Este pequeño país de poco más de tres millones de habitantes y un PIB anual per cápita de unos 5.000 euros podría convertirse en el primero del mundo en generar el 100% de su electricidad a partir de fuentes renovables. Para este año se calcula que el porcentaje rondará ya el 97%.
Como casi siempre, la motivación que ha impulsado este profundo cambio se encuentra más próxima a la necesidad que a la ideología. Uruguay es un país sin recursos en combustibles fósiles: no tiene ni petróleo, ni gas, ni carbón. Y la factura que pagaba al importar estos productos crecía año tras año poniendo en peligro, incluso, el crecimiento económico. Ahora, tras haber invertido el 3% de su PIB en este objetivo, el coste energético nacional ha caído bruscamente. La rebaja ha llegado incluso al bolsillo de los ciudadanos, que han visto como el recibo de la luz bajaba un 6% en los últimos años.
Además de garantizarse el suministro, la factura doméstica de la luz se ha abaratado un 6%
Aunque la producción hidroeléctrica y la biomasa –tradicionalmente muy importantes en el país– son los principales proveedores energéticos, el crecimiento de las energías solar y eólica ha sido muy rápido. En 2012 Uruguay fue la nación que más invirtió –en porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB)– en fuentes energéticas limpias y en 2014 ha sido el país de América Latina donde más han crecido las inversiones en este sector. Otro dato que puede ayudar a entender la magnitud del cambio: hasta el 70% de los camiones de carga especial que circulan por las carreteras transportan materiales para la construcción de nuevos parques eólicos y fotovoltaicos.
La revolución tiene un nombre propio: el del físico Ramón Méndez Galain, nombrado en 2008 director nacional de Energía durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez, quien justo acaba de estrenar su segundo mandato, tras el período presidencial de su correligionario José Mújica. Méndez que procedía del mundo académico y no había tenido cargos políticos con anterioridad, presentó un plan a largo alcance en el que se diseñaban las líneas generales de la política energética hasta 2013. Para garantizarlo se negoció un consenso político en el que participaron los cuatro principales partidos del país.
“Uruguay no tiene ni petróleo, ni gas, prácticamente ha usado todo su potencial hidroeléctrico y está creciendo económicamente a un 6% anual. Al mismo tiempo quiere reducir su pobreza. La introducción de energías renovables aumenta nuestra soberanía energética. Es un tema de supervivencia de la economía. Y además permite garantizar el suministro”, explicó Méndez en la reciente Cumbre del Cambio Climática COP20, celebrada en Perú en diciembre.
El modelo diseñado por Méndez se basa en una asociación entre el sector público y el privado. La Dirección Nacional de Energía pone en licitación la cifra de la que debe ser producida en el país mediante un sistema de subastas. No se elige sólo la opción más económica, sino que también se tiene en cuenta la tecnología más madura y socialmente rentable. Este sistema, que ya funciona en 53 países, ha hecho aumentar la inversión extranjera en el sector.
Intereses económicos y de seguridad
Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “a finales de 2013, el 49% de los 3,5 gigavatios de capacidad instalada de Uruguay provenía de las hidroeléctricas. Desde 2009, el país ha firmado contratos para obtener 880 megavatios de capacidad eólica y 58 megavatios de proyectos solares”.
El BID añade que “esas licitaciones produjeron un salto en las inversiones. En 2013, Uruguay, con una economía de 56.000 millones de dólares, atrajo inversiones en energías limpias por 1.300 millones. La mayor parte de esos fondos provino de instituciones multilaterales y empresas de importación-exportación que ven en Uruguay una plaza estable y atractiva”. Paralelamente, también se han multiplicado por 10 los presupuestos destinados a investigación y desarrollo tecnológicos propios.
Sin embargo, Uruguay no es la única sorpresa de la lista de países con mayor producción de energías limpias. Sobre la energía solar y la eólica aún pesa la imagen de ser muy cara, de que se trata de una suerte de “capricho” sólo al alcance de países ricos que pueden permitirse pagar por un aire limpio. Pero los datos evidencian que son la falta de acceso a los combustibles fósiles y los consiguientes intereses económicos y de seguridad nacional las principales motivaciones para adoptar estas tecnologías renovables. La voluntad política seria pues el principal capital necesario para implementarlas de forma masiva.
Según el ranking mundial que publica el Ministerio de Minas y Energía de Brasil, China fue en 2014 el país con mayor potencial instalado, con 311 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep). En segundo puesto quedó la India (199 Mtep), terceros los Estados Unidos (129 Mtep) y en cuarto y muy cerca Brasil (121 Mtep).
Mañana sábado, entre las 20.30 y las 21.30, se convoca un año más La Hora del Planeta
Además, el gigante asiático ya es el primer productor global en energía eólica e hidroeléctrica y el segundo en solar, sólo por detrás de Alemania. Así, de los cuatro primeros de la lista de generadores de energías verdes, tres son economías emergentes de rápido crecimiento pero sin grandes reservas de petróleo o gas en sus territorios. El cuarto, Estados Unidos, es la principal economía del planeta y hace años que trata de reducir su dependencia del petróleo por motivos políticos y de seguridad.
También en la lista de las naciones que más se acercan al objetivo del 100% de electricidad renovable hay sorpresas. Además de los esperados países del norte de Europa como Dinamarca, Islandia, Suecia o Letonia –todos ellos sin reservas energéticas fósiles y con una notable conciencia ecológica– encontramos una nación africana como Gabón (un gran exportador de petróleo) y pequeños archipiélagos como Maldivas o Tuvalu a los que su aislamiento encarece enormemente las importaciones de petróleo y donde el cambio climático no es una probable futura amenaza, sino una realidad palpable.
Todos estos datos constituyen un buen motivo de reflexión la víspera de que se celebre en todo el mundo una nueva edición de La Hora del Planeta, la mayor campaña de movilización ambiental mundial, destinada a sensibilizar a la población sobre el despilfarro energético y sus consecuencias ecológicas y sociales (especialmente, el cambio climático).
Entre las 20.30 y las 21.30 horas de mañana sábado en España, los ciudadanos están invitados a apagar las luces y electrodomésticos de sus domicilios para ayudar a hacer caer el consumo eléctrico tanto como les resulte posible. En 2014, más de 7.000 ciudades de 150 países desconectaron las iluminaciones de sus principales monumentos y edificios emblemáticos en solidaridad con la campaña.