Mientras científicos y ecologistas alertan de los peligros del impacto medioambiental del deshielo del Ártico, otros se frotan las manos al ver una gran oportunidad para hacer negocio. A las 11 de la mañana del próximo 16 de agosto zarpará del puerto de Anchorage (Alaska, Estados Unidos) el primer gran crucero turístico que recorrerá el paso del Noroeste, una ruta marítima de unos 13.000 kilómetros que une el Pacífico con el Atlántico por el norte de Canadá.
Durante un mes, la nave Crystal Serenity albergará en sus 13 cubiertas a unos 1.000 turistas que tendrán el privilegio de cruzar el estrecho de Bering, atravesar el territorio de Nunavut y pisar Groenlandia para acabar desembarcando en Nueva York. Los clientes de este lujoso crucero podrán visitar los lugares más recónditos en kayak o en helicóptero y ver de cerca a los distintos pueblos que habitan en la zona, así como avistar a osos polares y ballenas belugas.
Los billetes, a entre 18.000 y 108.000 euros, se agotaron en tan sólo tres semanas
No ha pasado mucha gente por allí. La exploración de la ruta del Noroeste empezó a finales del siglo XV, pero no fue hasta principios del XX, entre 1903 y 1906, cuando el noruego Roald Amundsen consiguió ser el primero en realizar la travesía sin morir en el intento. Más de un siglo después, se adentra en la zona el barco más grande que las autoridades marítimas recuerdan, y el primer gran crucero. La demanda ha sido tan alta que en tres semanas se vendieron todos los billetes: cada pasajero ha desembolsado, sin contar los extras, entre 20.000 y 120.000 dólares (entre 18.000 y 108.000 euros). Y ya han salido a la venta las plazas para el crucero de 2017.
La compañía estadounidense que opera la nueva ruta, Crystal Cruise Lines, ha preparado una serie de medidas para garantizar a sus adinerados clientes unas vacaciones seguras: el buque irá precedido por un rompehielos con dos helicópteros a bordo. El riesgo de accidentes en la zona es mayor que en ningún otro mar y las infraestructuras para socorrer a la nave en caso de siniestro son muy limitadas. Una operación de rescate requeriría la intervención militar, la única con capacidad para llegar a gran parte del recorrido. Además, las organizaciones ecologistas advierten de que no hay instrumentos para responder a posibles vertidos de hidrocarburos desde los barcos ni es posible vigilar el cumplimiento de la normativa medioambiental.
Evitar el Canal de Panamá
El tráfico de turistas no es la única amenaza para una zona poco explorada. El gobierno chino ya ha anunciado que animará y ayudará a sus buques a navegar por las aguas canadienses del Ártico para evitar la ruta del Canal de Panamá, un trayecto un 30% más largo y sujeto además al pago de las tasas del canal, según publicó en abril el diario oficial en inglés China Daily. Canadá ya ha mostrado su preocupación por el incremento del tráfico comercial en sus aguas árticas, no sólo por cuestiones de seguridad marítima, sino también por la huella ecológica.
Las vacaciones en el Ártico serán posibles este verano como consecuencia del progresivo deshielo del casquete de hielo sobre el mar que lo cubre, que lo diferencia de la Antártida, que es un continente helado. El mismo está siendo provocado por el calentamiento global. La superficie de la banquisa (superficie de mar helado) fue en agosto de 2015 un 30% menor que hace 25 años y el pasado invierno registró un nuevo mínimo histórico, que se suma a la serie de récords negativos de los últimos 13 años. El fenómeno supone una catástrofe para el planeta, ya que el casquete polar regula la temperatura de la Tierra y es indispensable para la sobrevivencia de algunos animales como osos polares, narvales y morsas. El deshielo, además, provoca el aumento del nivel del mar en el resto del globo, que condenará a desaparecer a numerosos litorales.
La navegación por la zona es peligrosa y en ella no hay servicios de emergencia
La zona, rica en recursos naturales, es codiciada por las compañías petroleras. Un estudio de 2008 del Centro de Investigación Geológica de Estados Unidos (USGS) concluyó que casi el 13% de las reservas mundiales de petróleo y el 30% de reservas de gas aún no descubiertas se hallan al norte del Círculo Polar Ártico. En concreto, el USGS estima que en dicha zona puede haber hasta 90.000 millones de barriles de petróleo y 1.670 billones de pies cúbicos de gas natural.
Esta riqueza inexplotada y la importancia estratégica del enclave en la geopolítica mundial es fuente de tensión entre los ocho países ribereños a quienes, según la Convención Internacional de Derecho del Mar de Naciones Unidas (1982), pertenecen los recursos naturales del fondo y el subsuelo marinos situados a hasta 322 kilómetros de sus costas: Rusia, Canadá, Estados Unidos (por Alaska, y las Aleutianas), Noruega, Dinamarca (por Groenlandia), Islandia, Suecia y Finlandia. En agosto de 2007, dos minisubmarinos Mir-2 rusos plantaron la bandera del país a una profundidad de más de cuatro kilómetros en el fondo del Océano Ártico, un acto que pone de manifiesto la competencia abierta entre los países con aguas territoriales en una zona que ahora invadirá el sector turístico.