El 26 de abril de 1986, la central nuclear soviética Vladímir Ilich Lenin, situada a tres kilómetros de la ciudad de Prípiat (Ucrania), provocó uno de los mayores desastres medioambientales de la historia, cuyas consecuencias las siguen sufriendo 30 años más tarde los habitantes de Ucrania, Rusia y Bielorrusia. “La gente vivirá durante cientos de años en una tierra contaminada y no puede marcharse porque no tiene adónde ir”, explica serenamente esta testigo de primera mano. Son personas que han visto como su estado de salud y calidad de vida se deterioraban con el paso del tiempo al recibir pequeñas cantidades de radiación que “a día de hoy siguen su proceso y destruyen sus órganos”. “Es un enemigo que no se ve”, pero esta incansable doctora tiene muy claro cómo combatirlo: “Tenemos que trabajar para conseguir eliminar la energía nuclear, en todas sus formas"