Desde el pasado 14 de marzo, España se encuentra en estado de alarma por la pandemia de COVID-19. Una de las principales medidas para contener la gravedad de esta enfermedad ha sido el confinamiento de la población, que hasta hace menos de un mes solo ha podido salir a la calle en contadas ocasiones.
Esta anómala situación, necesaria para salvar la vida de varios millones de personas, se prevé que tenga numerosas consecuencias para la salud de todos. Además de sus efectos colaterales en el bienestar psicológico, los más evidentes afectan a nuestro estado metabólico.
Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), explica cómo ha afectado este periodo a nuestro peso. “Previsiblemente se ha producido un incremento, tanto por el descenso de actividad física como por el incremento de alimentos más energéticos. Los datos de consumo indican que los productos más vendidos durante el confinamiento son bastante insanos, como snacks o bebidas alcohólicas”.
Según una encuesta realizada por SEEDO, más del 50 % de los participantes afirmó que había ganado peso. Entre ellos, un 45,8 % habría añadido entre 1 y 3 kilos, y un 16 % pesará hasta 5 kilos más que al inicio del encierro. “De ahí que sea predecible que esto haya ocurrido en toda la población durante este confinamiento, que se haya producido un incremento de peso”, añade.
Para la sociedad española –que ya contaba con una tasa de más del 60 % de sobrepeso y obesidad– es un duro golpe. “Casi uno de cada cuatro españoles es obeso, así que un incremento en el peso es siempre una mala noticia. Ahora que tanto hablamos de pandemias, la obesidad es quizá la más importante a la que se enfrenta el mundo en el siglo XXI”.
De hecho, prácticamente todos los países enriquecidos y los países en vías de desarrollo poseen cifras de obesidad alarmantes y que aumentan cada año. “Si a esto le añadimos el confinamiento durante más de dos meses, este problema habrá ido a más”.
En caso de coronavirus, el peso afecta
El peso excesivo es responsable directa o indirectamente de muchas de las patologías más prevalentes y mortales, como la diabetes tipo 2, que tiene un 14 % de la población española (y se estima que el número de personas con esta enfermedad incrementará en el mundo hasta un 51 % en los próximos años).
Un nuevo estudio publicado en la revista Nutrients analiza los riesgos para la salud que conlleva una reducción drástica de la actividad física como consecuencia del actual período de confinamiento y las modificaciones súbitas de la dieta en el organismo.
Los resultados sostienen que el confinamiento ha agravado el riesgo de padecer diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, que son a su vez factores de riesgo para la severidad de la COVID-19.
“Sabemos que la obesidad es un factor de mal pronóstico para las enfermedades del tracto respiratorio, y por los estudios que se van realizando, también para el coronavirus”, afirma Tinahones. “Con un peso saludable hay garantías de tener menos complicaciones. Los sujetos con obesidad tienen más necesidad de ventilación mecánica o de pasar por una UCI, y eso también modula el riesgo de muerte”.
“Si esto sirve de estímulo para que en la desescalada se reduzcan esos dos o tres kilos ganados, nos pillaría mejor preparados si hubiera un posible rebrote”, insiste. “Volviendo a un estilo de vida activo y con una pequeña restricción calórica –de unas 400 calorías–, prácticamente en mes y medio se puede perder ese peso”.
Los más pequeños, más vulnerables
Los niños no se libran de este aumento de peso en el confinamiento. Tal y como revela la encuesta de SEEDO, podrían haber engordado un 5 % de media. “Esto se suma a una alta tasa de obesidad infantil en España, incluso algo superior a la media. Es algo que no había ocurrido hasta ahora. Hace 30 años, el excesivo peso en niños era algo testimonial”, afirma su presidente.
Los expertos consideran a los más pequeños como uno de los sectores diana para este incremento del peso durante el confinamiento. “Ha cesado de forma radical la actividad física que tenían programada durante estos meses”, subraya Tinahones. “Además, es probable que el día a día de los niños haya estado más orientado a las pantallas que a cualquier tipo de actividad física en casa”.
“El problema es que la mayor parte del ejercicio que realizan los niños tiene relación con juegos grupales, y eso todavía no se ha recuperado. Desgraciadamente, no parece que vaya a cambiar tan fácilmente”, apunta.
Además, con el aburrimiento y la falta de rutina hay más tendencia al picoteo. “De hecho, varios estudios que revisaban el peso de los niños durante cuatro años ya observaron que es en el periodo vacacional cuando se produce el incremento. Durante el curso más o menos mantienen su peso, pero en esos meses de verano se produce el mayor aumento. Y al año siguiente se vuelve otra vez a repetir el mismo patrón”.
Crisis económica y obesidad
Hay una serie de factores que influyen en la ganancia ponderal de peso y en que haya más riesgo de obesidad, y el estatus es uno de ellos. “En los espacios con un nivel socioeconómico más bajo, la prevalencia de obesidad se incrementa”, cuenta Tinahones. “Muchas veces la comida insana es más barata, y muchas familias están abocadas a este tipo de productos si no tienen recursos económicos”.
“Durante el confinamiento han subido muchísimo los precios de los alimentos saludables, como fruta y algún tipo de verdura. Esto debería regularse de alguna forma para que todos esos productos fueran asequibles para toda la población”, sugiere.
Pero no todo es cuestión de dinero. “Muchas veces en esos niveles socioeconómicos también falta una cierta formación sobre alimentación sana. Uno puede construir un menú saludable sin ser más caro, pero resulta más complejo. Es más fácil recurrir a alimentos procesados baratísimos que imaginarse con productos de temporada un menú saludable”.
¿Y cómo influirá la inminente crisis económica en la obesidad de la población? “Esperemos que se tomen medidas para evitar que haya sectores muy desfavorecidos. En algunos estados se prima menos impositivamente los alimentos saludables. Esto podría ser una estrategia”, recalca.
“Ahora mismo la clave es garantizar que no haya poblaciones excluidas para que no se repitan cosas como las que hemos visto con los niños vulnerables en Madrid”, advierte Tinahones. “Es mucho más factible y barato dar ‘pizza’ que tener una cocina preparada para hacer platos sanos. Pero es fundamental evitar que esto ocurra”, concluye.
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