La exposición a la contaminación del aire durante el embarazo podría no estar asociada con un mayor riesgo de síntomas de déficit de atención e hiperactividad en niños y niñas de 3 a 10 años. Son los resultados de un nuevo estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que se ha realizado con cerca de 30.000 niños y niñas de siete países europeos.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) está presente en el 5% de los niños y niñas en el mundo. El TDAH se caracteriza por un patrón de déficit de atención, hiperactividad o impulsividad superior al que se da en la población infantil de la misma edad. Estos síntomas pueden interferir en el desarrollo infantil y se han asociado con problemas académicos en la etapa escolar y con un mayor riesgo de sufrir problemas de adicciones o de conductas de riesgo.
Investigaciones recientes han concluido que la exposición prenatal a la contaminación del aire podría afectar el desarrollo del cerebro infantil, pero la evidencia sobre los efectos en los síntomas de déficit de atención e hiperactividad es limitada.
El nuevo estudio, que forma parte del proyecto europeo ESCAPE y que ha sido publicado en la revista Epidemiology, hizo el seguimiento de esos 30.000 niños y niñas de entre 3 y 10 años de ocho cohortes de nacimiento de Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, Países Bajos, Suecia y España (cuatro cohortes del Proyecto INMA en Guipúzcoa, Granada, Sabadell y Valencia).
Se estimó la exposición a óxidos de nitrógeno (NOx) y a partículas en suspensión (PM10 y PM2.5) en el lugar de residencia durante todo el período de embarazo. Los síntomas de déficit de atención e hiperactividad se evaluaron a partir de diferentes test elaborados por las madres, los padres o el profesorado.
Efectos en niños genéticamente susceptibles
Joan Forns, primer autor del estudio, concluye que “los resultados no mostraron una asociación entre la exposición a la contaminación del aire durante el embarazo y un incremento del riesgo de los síntomas de déficit de atención e hiperactividad”.
“A partir de las conclusiones de esta investigación y de las inconsistencias de otros estudios que se han realizado hasta la fecha, planteamos la hipótesis de que la exposición a la contaminación del aire podría no aumentar el riesgo de TDAH en niños y niñas de la población general”, explica Mònica Guxens, investigadora de ISGlobal y coordinadora del trabajo.
“Sin embargo, creemos que la exposición a la contaminación atmosférica sí podría tener efectos perjudiciales en el desarrollo neuropsicológico, especialmente en niños y niñas que son genéticamente susceptibles”, argumenta Guxens.
Se ha demostrado que el TDAH es el resultado de interacciones complejas entre los antecedentes genéticos –aproximadamente el 75%–, los factores ambientales y los determinantes sociales. “Continuaremos estudiando qué papel desempeña la contaminación del aire para terminar de descartar su vínculo con el TDAH en la etapa infantil, y conocer mejor sus causas”, concluye la experta.