Sin embargo, las investigaciones que apoyan esta hipótesis tienden a ser pequeñas y de corta duración, y están basadas en cálculos del índice de masa corporal (IMC), que valora si un individuo tiene un peso saludable para su estatura.
Ahora, un artículo publicado en Nature desafía el paradigma predominante y afirma que la subida global del IMC observado en los últimos 30 años se debe en gran medida al incremento en las poblaciones rurales, en las que ha aumentado el consumo de alimentos de baja calidad.
El equipo, formado por la red de expertos NCD-RisC que proporciona datos rigurosos sobre los factores de riesgo de enfermedades no transmisibles (ENCs), analizó 2.009 estudios de más de 112 millones de adultos para evaluar los cambios en el IMC entre 1985 y 2017 en 200 países.
Los resultados revelan que en estos 33 años el IMC aumentó en un promedio de 2,0 kg/m2 en las mujeres y 2,2 kg/m2 en los hombres en todo el mundo, lo que equivale a que cada persona gane de 5 a 6 kg de peso.
Dirigido por Majid Ezzati, del Imperial College de Londres, el trabajo muestra que más del 55% del aumento mundial del IMC desde la década de 1980 proviene de las poblaciones rurales. Es más, en algunas regiones de ingresos bajos y medios, esta cifra alcanza más del 80%.
Desde 1985, el IMC medio en las áreas rurales ha aumentado en 2,1 kg/m2 tanto en mujeres como en hombres. Pero en las ciudades, el aumento fue de 1,3 kg/m2 y 1,6 kg/m2 en mujeres y hombres, respectivamente.
De igual forma, en 1985 los hombres y mujeres urbanos de más de tres cuartas partes de los países tenían un IMC más alto que sus homólogos rurales. Con el tiempo, la brecha entre el IMC urbano y rural en muchos de estos territorios se redujo o incluso se revirtió.
“Nuestra idea actual sobre la epidemia de obesidad debida a las ciudades no es correcta”, explica Ezzati a Sinc. “A excepción de las mujeres en el África subsahariana, el IMC está creciendo en las zonas rurales al mismo ritmo o más rápidamente que en las ciudades”, precisa.
Diferencias entre países
El equipo encontró diferencias importantes entre los países de ingresos altos, medios y bajos. En los países enriquecidos, el IMC ha sido generalmente más alto en las zonas rurales desde 1985, especialmente para las mujeres.Los investigadores sugieren que esto se debe a las desventajas que experimentan quienes viven fuera de las ciudades: menores ingresos y nivel educativo, disponibilidad limitada y mayor precio de los alimentos saludables, y menos instalaciones de ocio y deportivas.
“Las ciudades ofrecen una gran cantidad de oportunidades para una mejor nutrición, más ejercicio físico y ocio, y una mejor salud en general. Estas cosas son a menudo más difíciles de encontrar en las zonas rurales”, valora Ezzati.
Mientras tanto, las zonas rurales de los países más empobrecidos han experimentado cambios hacia ingresos más altos, mejores infraestructuras, una agricultura más mecanizada y un mayor uso del automóvil.
Esto supone, por un lado, ciertos beneficios para la salud, pero también lleva a un menor gasto energético y a un mayor consumo de alimentos procesados y de baja calidad. Todos estos factores han contribuido a un aumento más rápido del IMC en las zonas rurales.
“A medida que los países aumentan su riqueza, el reto para las poblaciones rurales pasa de permitirse comer lo suficiente a poder comprar alimentos de buena calidad”, añade Ezzati.
La principal excepción a la tendencia mundial fue el África subsahariana, donde las mujeres aumentaron de peso más rápidamente en las ciudades, posiblemente debido a la mayor cantidad de trabajo de bajo consumo de energía, menor necesidad de realizar tareas domésticas físicas, como recoger leña y agua; la reducción de los desplazamientos al trabajo y un mayor acceso a los alimentos procesados.
El estudio actual es el análisis más completo hasta la fecha de cómo está cambiando el IMC en las áreas rurales y urbanas y podría tener profundas implicaciones para las políticas de salud pública.
Así, los autores piden que se adopte un enfoque integrado con el fin de mejorar el acceso a alimentos más sanos en las comunidades rurales y urbanas pobres, desde controles en la comercialización de alimentos en centros de enseñanaza hasta la tributación y etiquetado de los alimentos no saludables y ultraprocesados.
“Nuestra prevención de la obesidad debería cambiar y hacer más hincapié en la nutrición de las poblaciones rurales. Una forma sería aumentar la disponibilidad de alimentos más sanos, especialmente en la lucha contra la desnutrición”, concluye Ezzati.
Comentarios